En realidad lo comprendí todo al verlo en su casa, y es que hay muchos países aún en África que consideran ser albino un estigma de magia, y por eso, para muchos es motivo de desgracia. Para personas así, marginadas por la sociedad, existe un dolor que por alguna parte sale, la libido la llaman los europeos. A Salif el duende le salió por la música, y el dolor de si mismo y el de su tierra le desgarró garganta y manos. Así toca y canta desde entonces, como un verdadero hechicero. Aunque sentado en el suelo de la calle, justo en la puerta de entrada a su casa, no parecía más que un mendigo pidiendo. Yo saludé con la cabeza. Me miró a los ojos y con voz de mujer me preguntó:
¿Bahú?.
Yo Asentí.
Salam malecún.