Y que me estabas hablando sobre todos estos artístas, pintores, músicos, arquitectos, poetas, … que entendían el sexo distinto que un heterosexsual convencionalista y me hacías pensar en lo inútiles que son las clasificaciones y la lengua a veces. Inventar categorías excluyentes es obviar cómo sentimos, comemos, o rezamos, …

Porque un sentimiento nunca fue total ni absoluto. Porque nadie odió a la persona que antes no había amado y viceversa; porque qué sabroso es eso de mezclar sabores, y porque un sabor nunca es total ni absoluto; porque tus dioses y los suyos y el de él no se perciben de la misma manera, ni tampoco son totales ni absolutos. ¿Por qué habríamos que ser nombre, apellidos, número, profesión, lugar de nacimiento y no persona? Los olores de aquella tetería me trajeron de nuevo a la realidad y tú continuabas hablándome de Da’Vinci.