Una vez nos encontramos en unas conferencias en Budapest, fuimos a su pueblo, Kecskemet. Allí me presentó a su madre una mujer increíble, su padre era jefe de ferrocarril y estaba trabajando. Ella vivía en silencio pero no era una mujer sombría sino llena de alegría. No me extrañó nada que desde aquel silencio Zoltan creara tan maravillosas obras. Él mismo dijo en alguna ocasión cuando le preguntaron sobre cuándo debe iniciarse la educación musical a lo que respondió:

Hace algún tiempo me hicieron esta misma pregunta, y respondí que, nueve meses antes del nacimiento; ahora le diré que, nueve meses antes del nacimiento de la madre»
Me habló durante bastante rato sobre su país con ese genio que tanto le caracterizaba y de cómo había que preservar las tradiciones. Entre gritos y risas le pregunté ¿qué pensaba si el día de mañana sólo existiese un sólo mundo globalizado? Le comenté que existían teorías sobre la idea de aunar el mundo en una sóla forma de vivir la vida. Kodaly me contestó muy serio: -Yo vivo mi vida a mi modo y no creo que haya nadie que pueda variar esto, pero tan sólo soy un músico que trata de vivir en paz.»