De un lugar desconocido aún, partieron siete vagabundos con una sóla intención, aunque lo olvidaron a la salida. Ün-dar Nat les confió una serie de poderes: el poder curativo de la músia (Lumbar-siang), el poder de transmitir ideas a través de las canciones populares (Rapini-siang), el poder de tranmisión sinestésica a través de la música (Buan-kanyi-siang), el poder del comercio con la música (Siang-keend), el poder de inscribir la letra de una canción en la memoria (Ende-siang), el poder de no olvidar una canción (Buan-siang), y el poder de inventar canciones y cantarlas directamente (Sianyi-siang). Pero el poder fue corrompiendo a cada uno de ellos y él los maldijo con sendas maldiciones:

Además creó por error una octava maldición que el propio Ün-dar Nat calificaba de innecesaria, la Buang-ahgon.