Es una vieja tradición, tan antigua que no se conoce nombre audible. /de/ suena agudo, /llún/ suena con un glissando descendente y /ké/ debe sonar seco y con un poco de eco. Proviene de un antiguo juego de niños. Trataba de contarse cuentos sólo pudiendo mover la cara, el resto de los niños debían adivinar el cuento. Con el tiempo, culturas ancestrales fueron integrándolo en la vida cultural.

En nuestros tiempos es un término que se utiliza excusivamente en la improvisación musical. Es una sensación de comunicación especial, un tránsito entre el «interior» y el «otro», el «no yo». Oilime Claro así cuenta:

«Ayer me acordé de Nailuj cuando terminó la clase de combo. La frase típica de él cuando vas a tocar es «cuando empieces a tocar, tú elige a un músico y te intentas comunicar».
No sabéis lo bien que te lo pasas cuando lo consigues, ¡ostias es toda una experiencia!. Claro que esto no se puede explicar, o llegas a ello sólo, o no llegas aunque te hablen de ello tres siglos.
Ayer no sólo toqué con un batería koreano, él me habló a veces con motivos y otras con timbres y yo no sólo contesté, sino que le propuse alguna idea que él siguió, -¡maravilloso!-. Luego con el pianista belga tocamos juntos de verdad.
No sé las sensaciones que tendrían ellos, para mi fue mágico. Espero que se repita cada vez que toque con alguien, es tan bonito.»